Sin infancias pobres


No. No lo puedo creer. Prendo la tele, y veo las noticias, que llegan de Ecuador. No lo puedo creer. Nosotros los que nacimos en democracia, pensábamos, creíamos, que solo íbamos a ver intentos de golpes de estado en libros, documentales, películas. Empujados por los que trabajan en la clandestinidad, esos que nunca dan la cara, los que engordan bolsillos, los que quieren seguir acostados en privilegios, acosta de divisiones, de enfrentamientos. Siempre lo mismo, los policías se levantan, contra ellos mismos, contra su gente, contra los que no tienen. Miraba la tele y pensaba, que triste es que países tan golpeados, cuando logran encausar la transformación social, ese crecimiento, esa nivelación poblacional, se vea interrumpida por un intento de golpe de estado. Esta vez no fueron las Fuerzas Armadas, y en este momento, aparentemente están lejos de este levantamiento. Pero también este golpe indica que Ecuador está en el buen camino, por algo se levantan los lobistas, justamente porque hoy no son prioridad para el gobierno de turno, porque se gobierna para el pueblo y no para las corporaciones. Los espacios de reflexión, que fueron creciendo a lo largo de los años, sirven para no volver cien pasos atrás, la memoria como principal activador para "desactivar" este conflicto. No es más tiempo para los que callan, los que se dejan someter, la historia demostró que el miedo no conduce a buen puerto. La gente ya no les teme, quiere pueblos trabajadores sin infancias pobres...

El lunes te aviso


Así es la vida, acá estamos con Fernán, no se llama así por Fernán Mirás, es por un bailarín español, eso no importa. A él no le cierran los números, mira la hoja y vuelve a la calculadora, aprieta AC/on en su “Casio”, para empezar todo de nuevo.  Yo, en cambio, lucho, va, me peleo con aminoácidos, membranas plasmáticas; si y encima rindo el lunes. Si el lunes,  estoy más para el famoso “no te alcanzó, pibe, vení cuando sepas algo”, que para romperla.  Cortamos ese silencio de estudio, y hablamos de cualquier cosa, todo para no estudiar. Él habla de su viaje a Europa, yo me hago el periodista y le pregunto algo de Francia y otros países.  Él piensa en volver, yo, si dios y todos los santos quieren, en conocer algún día. Si aprovechara cada minuto que estoy sentado estudiando, es decir, sacando todas las pavadas que uno hace para evitar estudiar, hoy estaría doctorado en alguna rama social o algo así. Se hace muy difícil, y vos que estás leyendo sabes que es así. Después, te arrepentís, decís que boludo si esto estaba en el resumen, porque no lo estudié, y así podemos estar miles de horas tirando frases. Sigo estudiando, y enseguida se me lava el mate, no sé cuál es el error que hago, pero siempre se me lava. Mi vieja me llama y me pregunta como estoy para el examen, yo tengo esa puta cábala de no generar grandes expectativas, cuando sé bastante, igual esta vez creo que se ajusta a como estoy en realidad. Respuestas cortas; y más o menos, es una materia complicada, no sé con qué me van a salir, etc. Ustedes saben cómo es esto. Fernán, ya desistió, se fue a dormir porque tiene que ir a laburar, yo voy a probar seguir un poco a la noche y veremos cómo me va el lunes …

Prevención caída



Este es un tema que ya me está empezando a preocupar, quizá para algunos es algo menor, pero para mí no. Cada vez que lo llamo a mí hermano, siempre  le pregunto cómo está respecto a este tema. Él es optimista, pero no es boludo, empezó un tratamiento para combatir este flagelo que está arrasando con el género masculino. Yo, en cambio, me compré uno de esos shampoo que dice prevención caída, una mentira gigante, enorme, pero bueno en algo hay que creer. Cuando lees la parte de atrás, te venden un mundo hermoso, con frasecitas acompañada de imágenes diciendo: “Transforma tu cabello en un cabello saludable”, “Así lo tenes: Débil, quebradizo y se cae fácilmente”, “Como te va a quedar: Resistente contra la caída, fuerte y hermoso”. Y un hombre desesperado, hace cualquier cosa; como comprar este shampoo con un cartel enorme diciendo prevención caída. Mi abuelo, de ochenta años, tiene una melena impresionante, y va al peluquero una vez por mes. Él es mí única esperanza, porque de parte de mí viejo estoy bastante complicado. Si vieran el peinado estratégico que se hace a la mañana, bueno no les voy a contar eso, porque estaría invadiendo su intimidad. A partir de esta problemática, me surgieron algunas dudas, preguntas: ¿Cuando te das cuenta que sos pelado?, ¿Será que una mañana te levantas, como todos los días, vas al baño, te miras en el espejo y sos pelado?  ¿Será así?, espero que no. Algo que me molesta mucho es cuando planteas tu problema y te dicen: Si vos tenes el pelo muy finito. Se hacen los dermatólogos. Hay que estudiar para dar una conclusión tan dramática. No miden sus palabras.  Alguien le dijo una vez a Eduardo Galeano: “Sí los pelos fueran tan importantes estarían dentro de la cabeza", quizá me tenga que conformar con esta idea...

Pd: No se me cae mucho, solo dos o tres cuando me baño.

Reflexiones mías


Es sábado y yo me quedo en mi casa, los chicos que viven conmigo salieron, me invitaron, pero les dije que no, no sé por qué, pero les dije que no. Arriba suena cumbia al palo, me puse una gorra, que alguien se olvido en casa, y me di cuenta que las gorras no me quedan bien (comentario innecesario). Sigo. Hay momentos que son para la reflexión, análisis, y algo más. Miró para atrás y pienso que en algunas cosas sigo siendo el mismo; ese que se sentaba atrás de todo en el colegio, al que no le importaba nada. Ese al que mi vieja puteaba, putea y, creo, seguirá puteando. Pero, paren, venir para este lado del río, me hizo evolucionar, cambiar en muchas cosas. Ya no soy ese pibe lleno de miedo que vino a vivir a una pensión en Buenos Aires, que creía en todo lo que le decían, que a veces callaba, que era políticamente correcto. No ya no. Aprendí a vivir lejos de los que quiero, a pelear en cada góndola, a aplicar la economía de guerra. Cuando empecé la carrera de periodismo nunca pensé en la plata, tengo claro que no voy a ser portador de fortunas, salvo que me saque el Quini, sé que voy a ganar más monedas que billetes, si lo sé, y realmente no me importa. Porque yo elegí esto, y lo sigo eligiendo, porque cada persona que lee lo que escribo y me dice algo bueno, me alegra y me convence, aún más, que este es el camino, que va a ser duro pero que es por acá. Quizá me equivoque, no sé, el tiempo dirá...

Las pasiones se esfuman con la edad



Veo los bares llenos y me alegra. Me alegra que la gente se mire, se escuche, se ría y que esas sonrisas queden dibujadas en sus caras por unos segundos. A pesar de mis flaquezas económicas, de vez en cuando me doy un gustito y me siento en un bar, no importa en cual, no tengo uno fijo. Siempre elijo mi mesa pegadita a la ventana, sino hay en ese sector, doy media vuelta y me voy. De qué sirve sentarse a tomar un café, y no poder ver la calle, la gente que corre el colectivo, la viejita que deja la vida en cada paso que da, y todo eso que la gran urbe nos brinda.
Ya con el café en mi mesa, empiezo a meterle azúcar, uno, dos, y cuando vengo amargado le meto hasta tres sobrecitos.  Voy revolviendo con la cuchara, pienso, mientras me llega el humo del cigarrillo del viejo de al lado, que lo sostiene con sus uñas amarillas, y lo besa con bigotes canosos. De golpe, miro por la ventana, y veo a cinco chicos que venían de la escuela, con sus enormes mochilas, esas que compran las madres, en la que se puede meter hasta un perro. Los miré, como venía contando, y esa imagen me hizo acordar a mi infancia; volví a patear piedras, simulando una pelota de fútbol, volví al raspón en la rodilla, ese que te curaban con alcohol, volví a tener las zapatillas agujereadas, volví a pelear con mis hermanos, volví a llorar por nada y a reír por todo.
 Los chicos siguieron caminando, casi no los veía desde mi lugar, me dio ganas de correrlos para decirles que disfruten cada momento, que no todo es tan fácil como te dicen, que jugar al fútbol con amigos es lo más lindo que existe, y avisarles que después la vida te da un traje que aprieta por todos lados, que exige dejar de lado la risa por la seriedad, que para ser hay que tener, que la amistad no es tan pura como a esa edad. Quizá es un mensaje poco optimista, pero bueno en ese momento quería decirles eso.
Después de todo esto, decidí que mi estadía en aquel bar había concluido, levante mi mano, marcándole al mozo mi retirada, y esperando la cuenta leí una frase en el sobre de azúcar que decía lo siguiente: “Las pasiones se esfuman con la edad”, ¿será cierto?

  

  A mamá le encantaba el mar. La última vez que pudo ir se trajo un cuadro con olas que rompían en una playa. Pidió que lo colgáramos encima...