2001


Las hoyas se vistieron de populares, las cucharas de madera rasparon el fondo, las barricadas no distinguían clases sociales, trabajadores, estudiantes, ancianos. La apatía perdía consenso, el hartazgo salía a la calle; livianos de ropa, de monedas, de esperanza, de futuro, de sonrisas. Los pibes lloraban, se desmayaban en las escuelas, comían de basureros, los hospitales desbordados enfrentaban la enfermedad "ajuste", las casillas de chapa, barro, llegaban para quedarse, los trenes "blancos" se cargaban de gente invisible, carros de cartón, un chico recién nacido se iba sin probar bocado, una chiquita comía tierra en Tucumán, las cacerolas cocinaban ruido, las promesas siguieron siendo sólo promesas. Los supermercados eran saqueados, los abuelos perdieron su esfuerzo en un suspiro, esperanzas blindadas, los bancos se disfrazaron de lata, los vidrios estallaban, las baldosas se transformaban en piedras, lo nuestro ya no era nuestro. La plaza de las madres recibía a su pueblo, los caballos montados por animales salieron a reprimir, fuego, humo, gases, balas; muertos. Bares desolados, hombro con hombro, ríos de gente sin trabajo, se iban, se alejaban, llorando se despedían en los aeropuertos de su tierra, su cultura, su casa, su familia, sus amores. Hoy, en el supermercado, en los chinos, enfrente de una góndola una señora me dijo: "Sí, hay inflación pibe; en el 2001 sólo había hambre, sólo hambre"...

La chica del colectivo


Una chica, muy linda, vestida a la moda, sube al colectivo en pleno atardecer porteño; sobran dígitos en los números de la temperatura, el asfalto y el humo de los autos dibujan la tensión del día. El chofer del colectivo viene jugando a pasar semáforos en amarillo tirando a rojo, esboza una sonrisa, como si disfrutara y se olvidara de su rutina diaria.

La chica podía tener 21 años, o andar cerca de esa cifra, tenía lindas facciones, como diría mi abuela: ¿Qué hacer ante tanta belleza? ¿Qué puede hacer el género masculino en un medio de transporte?, cuantas preguntas, cuanta incertidumbre. Por su aspecto, se podía inferir que era estudiante de alguna rama social, ustedes se preguntarán: ¿Cómo yo puedo saber eso si todavía no tuve ninguna conversación con ella?, no sé pero eso pensé en ese momento. Aspecto de que le interesara la física no tenía, la ingeniería menos, y la medicina podía ser pero no tenía ni delantal ni ese uniforme que usan los estudiantes de medicina cuando están en tercer año. Por eso, pensé que ella se ajustaba a los cánones de las estudiantes de comunicación. Ella venía escuchando música, ahí sí que estaba perdido, podía escuchar no sé los Beatles o Fabiana Cantilo; pero bueno sigamos adelante, al fin y al cabo, no es tan importante saber de ante mano que escucha porque también podría estar escuchando la radio.
Yo la estaba mirando desde que subió, uno se da cuenta enseguida cuando sube una mina linda al bondi; sube de otra manera, el chofer es educado y se hace el sordo para que ella le hable devuelta. Fíjense, es así. Aparte siempre esperas que suba una mina linda, y si no lo es, crees que es linda; si, a veces magnifico a cualquiera, pero quiero dejar en claro que este no era el caso. Tenía esa feminidad que tanto nos gusta a los hombres y que tanto nos bloquea, nos deja perplejos y ahí es cuando entra a jugar el factor "pelotudismo". Ella se colocó enfrente de mí. Yo la miraba, y cuando, ingenuamente, creía que ella me miraba corría mi mirada. Digo, ingenuamente, porque no podía llegar a ver si me miraba en realidad. Tenía un dato a mi favor, sabía que había sacado el boleto de 1.25, eso me indicaba que su viaje era largo y podía terminar cerca del recorrido final del colectivo. Eso me daba más tiempo para ¿actuar?, o mantenerme en la tranquila pasividad.

Lo único que quería era que no se baje nadie, porque eso generaría que ella se sentara y yo la perdiera de vista. Por suerte nadie se bajo, pero como ocurre en toda historia apareció un obstáculo. Un vendedor de lapiceras "Parker" se interpuso entre ella y quién les escribe - Si hubiera sabido que ese tipo, que era cómico, va diría muy cómico, me ayudaría le hubiera comprado una de esas lapiceras- El tipo sacó de su bolso seis lapiceras "Parker", que según él eran traídas de Alemania, además decía que nosotros éramos afortunados por tener la posibilidad de comprar dichas lapiceras "Parker", argumentando que ya no le quedaban muchas en stock y no iban a ingresar nunca más al país. Que garra le ponía el tipo ese, en un momento empezó a hablar como esos locutores de Sprayette. Ahí no pude contener la risa, cuando el vendedor se corrió a un costado, la vi a ella también riéndose, y fue en ese momento cuando intercambiamos miradas y también compartimos sonrisas. El tipo seguía gritando, paso cerca mío y me ofreció unas lapiceras para que las viera; yo que estaba en otra, no le presté atención. Nos reímos un rato más y después ella se dispuso a tocar el timbre para bajar. Yo empecé a dudar. ¿Qué podía hacer? ¿Me bajaba? ¿Me quedaba? ¿Qué certeza tenía que ella me daría bola?

Ya no faltaba mucho para que el chofer frene y ella se me escape por la puerta del colectivo. Miré las calles, tan lejos de casa no estaba, eso era bueno, de última podía volver caminando pateando piedras, derrotado por la negativa de ella. Ya no había tiempo para dudar; era bajarse o mirarla irse. La puerta se abrió; ella bajo, yo también lo hice...

Estas cosas pasan sólo en Buenos Aires

-Me subo al 10, estoy a punto de sacar mi boleto de colectivo cuando miro para adelante y veo en los dos primeros asientos, a dos tipos que hacen de estatua viviente mirándome fijo.

-En pleno obelisco, un tipo en silla de ruedas va gritando entre medio de la gente: “Yo soy el capo del obelo”, “Que te la cuenten como quieran”.

-En algún cajero automático de capital, una señora pide ayuda a un hombre y le dice: ¿joven, usted sabe cómo se maneja este televisor?

-Un tipo duerme en la esquina de un bar, sueña y grita: “Mamá no quiero ir a la escuela”.

-Una señora excedida de peso se sube a un colectivo y el chofer amablemente dice: “Denle un lugar a la señora que está embarazada”. La señora acepta el asiento y dice enojada: “No estoy embarazada tarado”.

-Calle corrientes, miles de autos, colectivo, gente apurada, pasa caminando un tipo de 25 años aproximadamente, con un termo bajo el brazo tomando mates.

-Un cartel de una universidad privada reza: “Aprender es mucho más que estudiar”. Unos chicos lo cambiaron por: “Pagar es mucho más que estudiar”.

-Un ciego vende cuentos en un colectivo, una chica se compadece y le compra uno. El ciego le dice:” Gracias, está usted muy linda”.

Que se yo


Che, bueno me senté a escribir y no sé de qué se va a tratar este post. Algo que venía pensando, hace unos días; no se puede levantar una mina desde la clandestinidad de la timidez, no imposible. Lo quería decir nada más. Sigo. Cómo se me caga de risa la vida, aunque a veces me rio yo, pero a escondidas. Porque cuando te ven bien ya te tiran la mala onda, o te empiezan a contar sus problemas. Yo ya tengo los míos, eh. Con esos me alcanza y me sobra. Ya me falta pagar sólo dos cuotas de los ideales que compre. Para variar en la heladera no hay nada, alguna botella de agua sabor cloro, buen slogan para una propaganda. Cubeteras y una mayonesa que nadie se anima a tirar. La cocina está un poco sucia, un poco nada más, hay un par de platos en la pileta. Nada del otro mundo. Mañana me voy para mi ciudad, parece que pegué viaje gratis, una buena. No voy a tener que viajar en esa empresa que para en todos lados. No gracias a dios, la última vez la pase mal. Estuve esperando casi todo el viaje el alfajor que te dan y cuando el tipo subió para repartirlos yo me quede dormido. Que bronca me agarre. Sí, soy un pésimo acompañante de viajes, me duermo en seguida. Todavía me acuerdo del viaje de vuelta de Mar del Plata cuando casi morimos cinco veces en la ruta con mis amigos. Barba te debemos una, te debo una. Me avisa Fede que mañana festeja el cumpleaños Paula. Yo le pregunto si va a ir todo de negro como pide la invitación. Él me dice sí, sino no entramos boludo. De dónde saco una camisa negra yo, no soy de ir a funerales, tampoco tengo un gran caudal de prendas. Bueno, algo se me va a ocurrir. Ya cierro, eh. No se enojen. El sábado parece que volvemos a la quinta del flaco Huber, un amigo que no duró tanto como yo en esta ciudad. A contar estaciones de servicio se ha dicho. Bueno los dejo, ah el lunes es mi cumpleaños, la puta madre. Cómo pasa el tiempo…

  A mamá le encantaba el mar. La última vez que pudo ir se trajo un cuadro con olas que rompían en una playa. Pidió que lo colgáramos encima...