Reacciones adversas

Hiciste pis? Le dijo mientras le sostenía la mano. Sí, se escuchó bajito. Volvió a insistirle, ¿seguro hiciste pis? La miró y mientras esperaba una respuesta positiva le acomodó el saco rosa que le había puesto para salir. La niña en lugar de hablar, esta vez asintió con la cabeza.
-Bueno, entonces ahora vamos a salir a caminar y de paso, me acompañás al doctor.
-¿Para mí?
-No, para mí. Vamos a ver a mi doctor y después a la calesita.
La charla duró lo mismo que tardaron en llegar al consultorio. Caminaron lentamente las cuadras de la avenida. La niña jugaba con las baldosas al tiempo que la madre la tironeaba del brazo para que caminara evitando el zigzag que la mareaba bastante. Llegaron y esperaron hasta ser atendidas cantando canciones de Piluso y Coquito. No les importaba la gente que estaba en la sala, de hecho, se convirtieron en la atracción del lugar.
Al llegar su turno, entraron las dos como a los empujones, una más ansiosa que la otra. Le pequeña porque le encantaban los caramelos que le daba el médico, lógico. Él las miró, sonrió como siempre, tendió su mano llena de Sugus masticables para la niña (prohibidísimos fuera de allí) y con la otra, entregó un sobre a la mamá. Sin palabras, el sobre fue guardado en la cartera al tiempo que la única voz masculina que las acompañaba en el consultorio decía felicitaciones.
Al salir y hacer un par de cuadras, la madre detuvo su marcha emocionada y se agachó para estar a la altura de la jovencita de no más de cinco años.
-Te voy a contar una cosa, pero me tenés que prometer que no le vas a decir a papá así le damos la sorpresa entre las dos.
Silencio.
-Mamá tiene en la panza un hermanito para vos, y va a llegar muy pronto para que puedas jugar con él.
La nena no le quitó los ojos de encima. En el mismo instante que la mujer quiso abrazarla, comenzó a sentir que sus pies se estaban salpicando con agua.
-No aguanté… Prometeme que es un varón.

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