El último vaso



Y si repetimos la canción, me decía el otro día. Ya no escribo nada, nada de nada, es más no sé si esto ya lo escribí. Tanto borrar, tanto, tanto punto y aparte. Busco, como el borracho, llegar airoso al último vaso. Aunque el borracho sabe que nunca va a llegar al último vaso. Pido siempre cinco minutos más, en la mañana helada. Una habitación oscura, ahí en medio de la nada, un mosquito que merodea. Un mosquito que merodea, ahí en el medio de la nada, de una habitación oscura. Y cuando poner el punto y aparte, sin puntos suspensivos. Abrir las tres llaves, sentarse en el cordón, a esperar el día, que viene con retardo, que viene de gira, sin un zapato. Y volver siempre volver, estando siempre devuelta, con la mirada pérdida en otras cosas. Y repetir la canción, escucharla caminando, con el tipito cantándote en la oreja, mordiendo una tapa de lapicera por el camino, por ahí, girando en falso. Muy lindos tus zapatitos, linda, muy lindos. Se cruzan los fundamentalistas del ombliguísmo y se saludan, se mandan cariños para sus familias. Todo con la mirada bajita, bien bajita, y siguen predicando. El borracho pide la última ronda, pero en realidad el mozo no le entendió bien, quiso decir la anteúltima, sin duda, dice el borracho, no me escuchó bien, se convence, se cree que dijo la anteúltima. Y perdí el hilo, perdí una idea en el camino, dejé algo brillante atrás, y se transformó en otra cosa, se convirtió en esto. Sin dudas perdí lo brillante que había escrito en mi cabeza, en varios párrafos, en varios tomos, con un mensaje directo, al hueso. Tanta coma, tanta subordinada, atascando el camino. El borracho mira por la ventana, ya falta poco para que termine el día, y todo vuelva a ser lo mismo cuando el sol ocupe su habitación. Y siga esa rueda que no quiere seguir pero no le queda otra que subirse, en busca del olvido. Muy lindo todo, muy lindo. Pero que hacemos, me pregunto. Cuantas combinaciones hay que hacer. Cuantas lapiceras hay que tirar. A veces tengo tanto para decir, y muchas veces, digo pero no digo nada, doy vuelta sobre lugares comunes. Escudándome, para no quedar a la intemperie. El borracho escribe en la pared, escribe, lo que más le duele haber perdido, perdió mucho, perdió todo, pero eso le duele, y sueña con que su mensaje llegue a destino, y todo, todo vuelva a ser como antes, volver, cerrando los ojos, a lo que era, a lo que fue, y dejar la mesa de esa esquina; el escribe en esa pared, para sí mismo, para perdonarse, para que lo perdonen, y no da vueltas, no da vueltas, escribe directo, no le tiembla el pulso, escribe, a pesar de su borrachera, escribe su mensaje con lucidez. Porque perdió lo más lucido que había hecho en toda su vida. El borracho escribe: “Paula papá te ama”, y pide el último vaso…

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