La inseguridad de los medios

Escribe Gustavo:

En esta semana, muchos medios hicieron gala de la peor actuación. No es que ahora se descubra eso ni que sea algo nuevo, pero en su desesperación, ni siquiera disimulan. Después del resultado provisorio de las elecciones primarias del 14 de agosto, trataron de instalar la idea del fraude, de la mano de los representantes de la peor oposición que se ha visto en los últimos veinti tantos años. Durante dos semanas impulsaron desde los titulares de las tapas de los principales medios la desconfianza hacia el escrutinio provisorio, sin preocuparse por respeto institucional alguno hacia una de las instancias fundamentales de la vida en democracia. El pico de esta andanada belicosa fue el cruce entre el Ministro del Interior Florencio Randazzo y un periodista del diario La Nación en el marco de una conferencia de prensa donde se anunciaba el resultado del escrutinio definitivo. El mayor cinismo: la respuesta es vista como un ataque. No hay posibilidad de diálogo ni de razón cuando desde un lado domina la enceguecida maniobra para desprestigiar a un gobierno. Que el título de una noticia contradiga su contenido es totalmente deshonesto y reprochable. Y también, poco profesional. Más aún cuando ese título está en tapa y tiene una difusión mayor que el cuerpo de la noticia. La mayoría de los lectores se quedan con el contenido del título. Cuando se hace un repaso de las tapas de los diarios en radio y televisión, se lee el titular, no la totalidad de la noticia. Por lo tanto, si el título miente, lo que se difunde es la mentira. Y ése es el reproche que hace el Ministro del Interior en la conferencia de prensa. Y el periodista, en primera instancia, se asume como responsable de la noticia y no del título. Después hace cualquier cosa. Sale a defender lo indefendible.
Como se ha dicho muchas veces en este espacio, lo que hacen es provocar. Llaman a gritos a un censor, como declaró Eugenio Zaffaroni en medio de la operación en su contra. Por supuesto que nadie en su sano juicio piensa siquiera en la instauración de una especie de tribunal de disciplina periodístico. Tampoco espera que estos medios hagan autocrítica y se rectifiquen de su mentiras y operaciones destituyentes. Lo que más exaspera es que se victimicen. Que se justifiquen con un extremo del cinismo. Que apelen a la libertad de expresión cuando es lo que menos les interesa. Una cosa es expresar una idea a partir del hecho y otra es presentar un hecho inexistente.

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