Charcos


Es el vértigo que me va cercando, marcando la cancha. Me fijo, desconfiado, por la mira de mi puerta; de arriba abajo, me rasco la cabeza, busco el espacio, lo castigo, lo despojo, lo mando al carajo. Una mirada que guardo en mi bolsillo izquierdo. Un pasaje a no sé dónde. Una sonrisa inquieta. Una noche de verano. Una pensión helada. Una calle de adoquín. Un puente solitario. De soledades que se entienden sin hablar, que son pareja de años, que caminan por la calle, sin agarrarse de la mano, sin chistar, cantando alguna canción, temiendo perderse, compartiendo un cigarrillo bajo la lluvia. Sin pensar en el mañana, yo soy esto, y no soy nada, cambio en el devenir del camino. Yo me dejo trampas a mí mismo, y me juzgo con cinismo y me condeno.

Un árbol que se bambolea. Una persiana cerrada. Una pared pintada que grita. Una sed de revancha. Un camino de asfalto. Ese vértigo, insoslayable, que monta guardia, en mi puerta. El devenir, los ríos que se cruzan, las palabras ancladas en el tiempo, la historia que me atraviesa, como un flechazo. Sicario el tiempo, que me espera a un costado, riéndose a carcajadas, hasta ahogarse. Me cobra intereses, me tira al piso, me patea, me levanta, me da una mano, me saluda, se va, vuelve, y no se olvida. Yo me reto a muerte por cobarde, y me mato, y me salvo, y me doy miedo.

Camino, muevo las piernas, salto un charco, paro. Me olvido de todo. No me acuerdo contesto, miro la calle. Desecho historias, las desmenuzo, las recorto, altero el orden de las cosas, y me favorezco, y me perjudico, y me lo creo, y no me lo creo. Voy rellenando de escombros el pozo, que muere ahogado, sin poder respirar. Camino, muevo las piernas, salto dos charcos. Me olvido de todo. Y traiciono sin dudar mi propio duelo, encontrándome feliz por todas partes.

Yo me dejo trampas a mí mismo,

Y me juzgo con cinismo

y me condeno,

Me cuelgo del abismo de los huevos,

Y me ayudo a escapar en un descuido,

Y traiciono sin dudar mi propio duelo,

Encontrándome feliz por todas partes.

(Zambayonny)

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