El kirchnerismo y la oposición

El entramado político dispuesto está muy calmo. El Kirchenirsmo está solo, con toda la cancha a su favor. Entre sus mayores logros se encuentran haber podido desparramar a la oposición y hacerla caer en un discurso apocalíptico. El antagonismo, claro, duro, por ideología, es el  Macrismo. El Pro, en su conformación, todavía sigue siendo un partido vecinal, con un fuerte anclaje en capital federal y muy poco en el interior. La falta de astucia a la hora de hacer alianzas -y la anomia territorial- lo dejó aislado en capital federal. Macri al ser lo antagónico, construye su discurso desde la visión pospolítica. Esta visión llama constantemente al diálogo, al trabajo en conjunto, al consenso. Niega lo político, la contienda, digamos, las luchas de poder, y la disputa por el sentido. Lo solapa, pero, a la vez, no ejecuta ninguna de esas premisas. Un ejemplo fue el modo orgánico en el que el Pro votó negativamente el interés público de YPF. Esto muestra que los mismos dirigentes del gobierno de la ciudad dicen pero no hacen lo que dicen. Lo que se destaca de esta jugada en el plano político es la posibilidad de diferenciarse del resto. Cuando hay consenso, no hay alternativas reales, es, en cierto modo, todo lo mismo, porque las líneas divisorias no son claras. Y en el caso de YPF, la oposición se unificó de forma hegemónica detrás del proyecto impulsado por el poder ejecutivo. Esa diferenciación, jugada por Macri, puede resultar positiva según cómo funcione la estatización. Esa es una apuesta a futuro, que, además, juega con el estado de ánimo de la sociedad. La sociedad antes avaló la privatización, y hoy avaló la estatización. Se entiende en el plano cíclico. Siguiendo con la oposición, la segunda fuerza en la argentina todavía es el radicalismo. Hoy un tanto dividido, en busca de una renovación dirigencial y, a la vez, en busca de redefinir categorías. Las tensiones internas tiran para diferentes lados. La línea representada por Oscar Aguad, con vínculos con el Macrismo, o la línea de Leopoldo Moreau, un tanto más mesurada. El que quedó desplazado fue Ricardo Alfonsín. Luego queda el Frente Amplio Progresista, que juega su papel en la  centroizquierda. El problema para los de Binner está en que, ese espacio, está ganado ampliamente por el oficialismo, y en ese terreno no posee lugar. Si este gobierno termina mal, resultaría difícil que optara por algo parecido. Así está el tablero hoy con vistas al 2015. Surgen los interrogantes en cuanto a la oposición. ¿Cómo puede la oposición generar una alternativa al kirchnerismo? ¿Qué significantes vacios pueden unificar a la oposición en un mismo rumbo forjando un bloque o coalición? ¿Cómo puede construir el nosotros/otros? La principal crítica del discurso opositor, y que, a la vez los unifica, es la crítica liberal-republicana. Ese terreno, el gobierno, lo ha dejado desolado. No por falta de méritos, sino por no utilizarlo en el plano discursivo. En su conformación, el Frente para la victoria, posee elementos Liberal-republicanos, pero no los enarbola, los relega.  Algunos ejemplos: la defensa de los derechos humanos, la caída de la figura de calumnias e injurias, las internas abiertas y simultáneas y la equiparación de publicidad en las campañas. Esos son elementos claros, contundentes, Liberales-Republicanos. La oposición puede tomar ese significante vacío, y lograr una conjunción, elaborando un discurso más rico, y a partir de ahí marcar la diferencia nosotros/otros. Pero el problema no se reduce a dicha construcción, sino a  las vanidades de los líderes de las principales fuerzas opositoras. La alianza más potable puede surgir entre el FAP y el radicalismo. En cuanto al peronismo, es muy difícil que se una con Macri. El peronismo posee demasiadas alternativas dentro de su partido. Resulta complejo pensar que la oposición para el 2015 no salga del propio Kirchnerismo. También está el desafío que representa la creación de un nuevo sujeto político en el oficialismo. Todo está por verse.

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