Campo de batalla II


                                                                                                             (a mi abuela Berta)

Duermo en una cama de dos plazas con sábanas marrones

En el piso hay botellas de cerveza de agua y medias y libros

Y papeles y tierra y zapatillas y una guitarra

Que toco a la noche en el baño

Me quedo horas tocando el mismo acorde

Hasta que me canso y me voy al living

Me tiro en el piso y me pongo a mirar el techo

Abro y cierro los ojos respiro hondo

Dejo la vista en la biblioteca y pienso en mis libros

En releerlos todos y dejar en cada uno una lagrima

Llorar como si fuera una despedida

Leerlos a oscuras  

Tocar cada una de sus hojas

Anotar líneas en un cuaderno

Para después armar varias pilas y atarlos con cordones

Y sacarlos a la calle regalarlos liberarlos dejarlos en otras manos

Quedarme con el departamento vacío

Rotundamente vacío

Esperando que suban los de la inmobiliaria

Con un comando o con la vieja de la dueña

Regando el ficus

Con la espalda erguida

Riendo riendo riendo

Abrirles la puerta con una sonrisa

Darles la mano

Y salir dejando mi libro de poemas en el placard

Para que el que venga lea dos páginas

Y se abanique y lo tire al tacho de basura

O anote atrás un número de teléfono

O lo use para prender el calefón como si fuera una antorcha

Y lo deje incendiarse en la pileta de la cocina

Y en ese momento sentir que mis piernas se paralizan

Que mi sangre se moviliza al corazón

Que lo ataca que lo desborda

Que lo reprime con una caricia roja

Y después  bordo

Y termina negra como un barril de petróleo

Y caerme a pedazos en la calle

Venirme abajo 

Y quedarme en el piso horas días

Y no decir nada 

Y no contar nada

Estar tirado y que aparezca mi abuela Berta

De pie y me pase una mano por el pelo

Y me salve

Y me pida cigarrillos Philips Morris

Y empanadas de la San Nicolás con azúcar arriba

Y entremos al Nogal con la bolsa de madera

Y nos sentemos bajo los árboles

Y que me diga con la mirada que encontró la paz

que su castigo que su tremendo castigo valió la pena

Que hoy baila y respira tomillo

Que en su pecho se siembran rosas

Que sigue mirando Ricos y Famosos

Que por las noches su cama es de miel

Y que a su lado duermen un millón de niños

Que me diga sus nombres y sus historias  

Que nuestro encuentro 

termine 

con el canto de los pájaros.



3 comentarios:

  1. Lo reeleo y dejo una lágrima en la computadora

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