Solo resta aguantar, que se entienda lo que vivimos, lo rotundamente aburrido, lo idiota, que son las señores de traje, que contaminan todos los horizontes, con cruces y cruces y cruces y les encanta ir por la vida sin sospechar. Yo sospecho tanto, tanto, tanto. Que quiero ver como se desangran. Como se venden. Como se bandean oliendo a sangre, a pelo muerto, a cementerio. Esos hombrecitos cobardes que se esconden en la multitud. Atrás de un farol, atrás de un símbolo y sonríen como imbéciles. Saben, la vida es un montón de tiempo. Es eso que pasa mientras afilo mis cuchillos, lavo mi pelo, mis manos. Saben, la vida es un montón de tiempo, en donde me imagino caminando solo por siempre transformado en un zumbido, que no termina nunca, que no se apaga ante lo seco, lo oscuro, lo metálico, del poder. Ese pulso rasante, esa podadora, que destruye las flores, mata a los perros, educa, parcela. Les aviso que cuando ese árbol caiga no voy a hacer leña, cuando ese río se desborde no voy a correr. Voy a esperar con una mano en la nuca, voy a esperar que el frío se instale para siempre en mi cuerpo.

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  A mamá le encantaba el mar. La última vez que pudo ir se trajo un cuadro con olas que rompían en una playa. Pidió que lo colgáramos encima...