Qué bien que se está



Cobain: Montage of Heck es el documental de Kurt Cobain, el guitarrista y líder de Nirvana. Lo vi hace unos días y me gustó. El motor de su arte fue el desamparo producido en su infancia cuando sus padres se separaron y no querían tenerlo cerca. La película cuenta con muchos videos caseros del artista cuando era niño. Cortázar jodía en su novela Rayuela con que uno nunca se podría ver como una totalidad, decía que sólo el biógrafo iba a poder lograr eso. Cobain es relatado por su madre, por su padre, por su hermana, por su primera novia devenida a obesa, por su última mujer, por sus dibujos y cuadernos.

Cobain parece reírse todo el tiempo de su destino. Ante la estupidez, se vuelve estúpido. Ante la fama, mira para atrás para ver a quién saludan. Es un personaje contradictorio, que fácilmente desconcierta a los periodistas, con trucos muy simples. El suicidio llega con el auge de su carrera. Parece preguntarse todo el tiempo: ¿y ahora qué? El descenso de la montaña. Tiene un primer intento pero no lo logra. Toma 67 pastillas. Le hacen un lavaje de estómago y sale del coma ileso. Más tarde se suicida con una escopeta y es encontrado tres días después.

El documental es bueno. Acerca un pedazo de verdad al lienzo del cuadro. No hay arrepentimiento de sus padres. Hablan de él como si fuera algo muy lejano. Es como si dijeran: con hielo creamos fuego eterno. Y Kurt, en su momento de mayor fama y adicción, vuelve a la casa de su madre. Vuelve en busca de ese hielo. Pero el hielo ya lo había tomado para siempre. Primero el estómago. Después su cabeza y por último su cuerpo entero.

El cantante de Pearl Jam, Eddie Vedder, de historia similar a la de Kurt, cuya popularidad explotó en la misma época que Nirvana, cuenta que muchas veces sueña con él. Se encuentran en un garaje, con gente que no conocen, se miran y se ríen. Después, tocan canciones durante horas. Salen a caminar por un barrio desolado. Se abrazan y Cobain le dice al oído: !Qué bien que se está!

 


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