Réquiem por un país perdido


Hace un año éste libro de Tomás Eloy Martínez llegó a mi de forma inesperada; cuando fuimos con un amigo a la casa de su abuelo que estaba en venta. No había muebles, lo único que quedaba era la biblioteca. Vi el de Tomás y me lo llevé. Por diferentes cosas no lo leí en ese momento. Ahora lo estoy terminando. El libro está compuestos por crónicas del autor recorriendo diferentes etapas del país, en el que se va formando la atmósfera de un loopeado eterno, en donde las preguntas de época mutan de forma pero, en el fondo, siempre son las mismas. Martínez Estrada lo resolvió con la metáfora en la que define a la Argentina como un país con "los pies de barro".

Es una mirada amarga pero realista, en dónde la ilusión aparece todo el tiempo y detrás de ella la desilusión. Un hermoso error, es lo que cada línea va configurando en la cabeza del lector. O por lo menos en la mía. Réquiem por un país perdido parecería ser un grito en el desierto, nuestro desierto. En uno de los capítulos se dedica a narrar cómo fue la creación de "Santa Evita", la novela que escribió sobre Eva Perón. Cuenta que su búsqueda era la de deconstruir el mito para volver armarlo con una inventiva propia. Él decide borrar la barrera entre lo real y lo irreal: "Gracias por existir, coronel", le hace decir a Evita al oído de Perón, algo que sólo existió en su imaginación y que, con el tiempo, se tornó verdad. Al igual que "volveré y seré millones", frase que nunca dijo Evita y hoy todos repetimos como de su autoría. Si llevamos esto a los doce años pasados surge de vuelta un loopeado eterno: El mito apuntala a los líderes y los líderes apuntalan el mito. Muchos políticos son grandes novelistas encubiertos.

Siguiendo la línea cronológica, Martínez narra el 2001. Algo que las élites del país deciden pasar por alto, como algo que nunca sucedió. Un country, dos, tres y a seguir. "Cartoneros" es el relato que cuenta el nacimiento al por mayor de los pobres que se bajaron del sistema para no volver a subir más. El comienzo del país necesitó gente. Falta gente decían los intelectuales como Sarmiento o Alberdi. Hoy, en cambio, sobra gente parece decir el destino. Marchas y contra marchas que se formatean cada diez años. Éste libro es un reflejo de eso, en donde un escritor nos cuenta los por menores de su vida atravesada por lo político. También deja en el aire la idea de un voto fantasma. ¿Qué se vota en la Argentina? ¿A quién? ¿Por qué? No hay respuestas. Primero se vota. Después se ve qué resulta.

Qué bien que se está



Cobain: Montage of Heck es el documental de Kurt Cobain, el guitarrista y líder de Nirvana. Lo vi hace unos días y me gustó. El motor de su arte fue el desamparo producido en su infancia cuando sus padres se separaron y no querían tenerlo cerca. La película cuenta con muchos videos caseros del artista cuando era niño. Cortázar jodía en su novela Rayuela con que uno nunca se podría ver como una totalidad, decía que sólo el biógrafo iba a poder lograr eso. Cobain es relatado por su madre, por su padre, por su hermana, por su primera novia devenida a obesa, por su última mujer, por sus dibujos y cuadernos.

Cobain parece reírse todo el tiempo de su destino. Ante la estupidez, se vuelve estúpido. Ante la fama, mira para atrás para ver a quién saludan. Es un personaje contradictorio, que fácilmente desconcierta a los periodistas, con trucos muy simples. El suicidio llega con el auge de su carrera. Parece preguntarse todo el tiempo: ¿y ahora qué? El descenso de la montaña. Tiene un primer intento pero no lo logra. Toma 67 pastillas. Le hacen un lavaje de estómago y sale del coma ileso. Más tarde se suicida con una escopeta y es encontrado tres días después.

El documental es bueno. Acerca un pedazo de verdad al lienzo del cuadro. No hay arrepentimiento de sus padres. Hablan de él como si fuera algo muy lejano. Es como si dijeran: con hielo creamos fuego eterno. Y Kurt, en su momento de mayor fama y adicción, vuelve a la casa de su madre. Vuelve en busca de ese hielo. Pero el hielo ya lo había tomado para siempre. Primero el estómago. Después su cabeza y por último su cuerpo entero.

El cantante de Pearl Jam, Eddie Vedder, de historia similar a la de Kurt, cuya popularidad explotó en la misma época que Nirvana, cuenta que muchas veces sueña con él. Se encuentran en un garaje, con gente que no conocen, se miran y se ríen. Después, tocan canciones durante horas. Salen a caminar por un barrio desolado. Se abrazan y Cobain le dice al oído: !Qué bien que se está!

 


  A mamá le encantaba el mar. La última vez que pudo ir se trajo un cuadro con olas que rompían en una playa. Pidió que lo colgáramos encima...