Por Federico Pita
Julia Ampa me espera
en el café a la vuelta del teatro, en donde habíamos quedado. Conozco a Julia de
la facultad, de la que ambos escapamos corriendo. Siempre decimos que
abandonamos porque el bufet no vendía cerveza. Ella es actriz y es joven.
Siempre me deslumbró su lucidez y su mirada profunda. Acá, charlamos un rato.
¿Qué te inquieta en
este momento?
Tuve un sueño hoy. Me quedé dormida antes de venir acá y
soñé. Dicen que los sueños duran segundos y nosotros creemos que son horas. Yo
creo que duran poco y me gusta eso, porque lo efímero tiene una mirada más
responsable. Porque ahí no interviene el pensamiento, es decir, algo más
premeditado. En el sueño un hombre
grande, que podría ser mi abuelo, me enseñaba a cazar pajaritos. Me decía: "vos sabés cómo cazan a los
pajaritos. Igual que al hombre… con agua y pan”. Había un jardín enorme y
el viejo tenía jaulas con miles de pajaritos. Los pájaros comían pan bajo el
agua de un regador, al mojarse tanto sus alas no funcionaban y el viejo los
cazaba sin hacerles daño. Me inquieta eso, que nos atrapen sin hacernos daño,
con agua y pan. Que nos atrapen tan fácil y no nos demos cuenta. El sueño expresa lo que me inquieta, lo que me angustia hace tiempo.
¿Por miedo a quedar atrapada dejaste la
facultad?
Dejé la facultad porque todo era posponer. Y llegó un
momento en el que todo se hacía en el futuro y nunca en el presente. Además,
todo era pensamiento muerto. Es fácil, con solo mirar a los profesores a los
ojos te das cuenta que esconden cosas, que saben que están vendiendo un
producto vencido. Vos los sabés mejor que yo (risas).
¿Cómo llegaste al
teatro?
Como llega la mayoría, de forma periférica. Como quien no
quiere la cosa. Una amiga quería empezar teatro y me pidió que la acompañara y
yo le dije que sí enseguida. Estaba en un momento de búsqueda, como perdida en
laberintos propios y necesitaba salir un poco de mi misma. Me quedó grabado a
fuego el primer ejercicio que hicimos en la clase. La profesora nos hizo poner
en círculo y nos pidió que cerrásemos los ojos. Después puso música y nos pidió
que bailáramos. Yo me quedé dura en la sala, movía un poco las caderas pero no
me podía soltar. Era una tabla clavada. Ese día me fui decepcionada, pensé que
la mina que encabezaba el taller estaba loca o que se estaba riendo de
nosotros. Pero después volví y con el tiempo entendí a mi cuerpo. Me ayudó a
darme cuenta que estaba separado de mí, aprendí a conocerlo y a sacarme las
estructuras de encima. Como decían en la facultad: estructuras-estructurantes.
La única vez que lo puedo aplicar a algo.
¿Fue liberador?
Si, sin dudas. Esto me llevó a estar abierta a todo. Fue
como una explosión en mi cabeza. Cambié los esquemas de pensamiento. Algo que
me costó y me hizo sufrir mucho. Porque cuando empezás a mirar para adentro la
cosa se pone pesada. La cosa tiene un lado áspero y ahí es cuando entras en la disyuntiva:
seguir o abandonar.
¿Cómo fue esa mirada hacia el lado áspero?
Me gusta representarla con la imagen del barre fondo. Estás parado en el borde
de la pileta, si el agua se mueve no podés ver la mugre. Necesitas agua mansa,
calma, para poder entender que la pileta está sucia y que si no intervenís la
cosa se va a pudrir del todo. Esperé a que el agua se calmara, agarré el barre fondo y me metí de lleno a
limpiar para poder ver el celeste puro. Para pisar con mis talones y tocar con
mi piel lo concreto.
Imagino que eso te
llevó un tiempo.
Mucho. Porque la continuidad es más tenaz que la ruptura, se
sabe camuflar mejor. Sabe cómo funciona el sistema. Toma las grietas para no
soltarse. Empecé a ir a los teatros unders, a conocer gente, pensiones, mundos
nuevos. A conectarme con las emociones y las charlas en los bares después de
las funciones. De ese mundo me atrajo la complicidad, la mirada con un otro incluido. Un Otro que inspira.
La dejo hablar y veo
como va trazando un camino en el aire con su mano. Estamos tomando cerveza y
ella suspira y agarra el vaso con decisión. Le sirvo más mientras ella se
limpia la boca y el mozo se acerca a traernos maní. Mira el reloj, tiene que ir
a ensayar con sus compañeros.
Definí
en pocas palabras al teatro.
El teatro es presentar. No es representar como dicen varios.
Es poner en el escenario emociones, poner cuerpo y alma. La representación
siempre es arbitraria. Responde a un poder oculto, a una arqueología
determinada. La representación recorta los caminos y a mí, en cambio, me gusta recorrerlos a fondo.
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