El vagabundo que está llamando a tu puerta tiene puestas las ropas que tú llevaste una vez.
Tanta vulgaridad
Venía esquivando, las noches –esas noches de jugo horrendo- de aire acondicionado, noches de ruta con la cabeza pegada a la ventana. Caminar por plaza Miserere, a las tres de la madrugada, la ropa se te desase, las zapatillas desaparecen. Un treinta y siete que no aparece, el mp3 se queda sin batería o el auricular se rompe, te anda uno solo, o ninguno. Cansado de esperar en la terminal, de ver los números rojos que cambian, las gaseosas a precio dólar, el celular sin un peso, se me caga de risa. Desfilan las chicas lindas, que se van, a dónde no sé, pero se van. Me levanto del piso, voy al kiosco de revistas y me compro el diario. Siempre me gusta enterarme de lo malo leyendo. Me acuerdo que dejé el gas prendido, la puerta sin llave, la basura adentro, no pagué las expensas, ya no hay vuelta atrás. Vuelvo a leer, algo internacional, de medio oriente, miro y se acerca el colectivo amarillo que me lleva y me trae, el que corta boleto tiene un tatuaje de una virgen, no sé cuál es, creo que una vez le pregunté ahora no me acuerdo. Y arranca, el viaje interminable, y vivo viajando a ningún lado, al lado remonta otro colectivo que no para en ningún lado.
Me ofende tanta, tanta vulgaridad.
Y llego, estoy pero no estoy. Ni acá, ni allá, y mi bolso cada vez trae menos, y también se lleva menos. El frasco de frases hechas se me acabó, ni una sola me queda. Me hablo, me convenzo, qué se yo, a veces es todo una mierda. Tengo ganas -creo que ya es hora- de juntarme en un bar a charlar con la vida, cerveza de por medio, tengo un listado enorme de preguntas también unas cuantas puteadas, ojo, creo que ella también tiene muchas puteadas para mí. Si no llegamos a un acuerdo, lo solucionamos como hace la gente pensante, a las trompadas. Y si señores el día que no tenga de qué quejarme cierro este blog – aunque eso ya lo estoy pensando- porque, claro, no importa yo me entiendo. Y hay discusiones que ya me cansan, o me cansan los boludos que hablan al pedo, y creen ser felices. No me molesta la felicidad, no eh!
Y me siento, en la plaza, un par de palomas me rodean, yo les doy de comer, pienso en el examen, pienso en todo lo que falta, pienso en cruzar y tomar el treinta y siete…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
A mamá le encantaba el mar. La última vez que pudo ir se trajo un cuadro con olas que rompían en una playa. Pidió que lo colgáramos encima...
-
A mamá le encantaba el mar. La última vez que pudo ir se trajo un cuadro con olas que rompían en una playa. Pidió que lo colgáramos encima...
-
U n día, muy temprano a la mañana, estaba cursando la materia de matemáticas del CBC de la Universidad de Buenos Aires. La clase ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario